Una noche al volver la iglesia un amigo me esperaba en casa
para hacerle una revisión a mi computadora. Mientras él hacía su trabajo
estuvimos conversando un momento acerca de la muerte. Nos preguntábamos como
sería ese momento, que se siente cuando estás tan cerca de marcharte de este
mundo. Cosas como lo tristeza de ver el rostro de tus seres queridos por ultima
vez, entre otras cosas. Mi amigo termino de
revisar la computadora y yo me quede revisando mi correo y terminando unas
tareas de la universidad, pero mientras hacía esto, me sobrevino una sensación
de miedo horrible, comencé a sentirme tan afligida y entonces me estuve cuestionando
acerca de mi salud y que pasará cuando yo me vaya de este mundo, en pocas
palabras comencé a sentir a mucho miedo a la muerte como nunca me había pasado.
Termine de hacer mis tareas y yo seguía con ese miedo a tal grado que sentía
una opresión terrible en mi corazón, entonces me fui a mi habitación y me puse
de rodillas junto a mi cama y le ore al Señor: le pedí desde lo profundo de mi
corazón que por favor me quitara ese miedo que sentía que enviara un vallado de
ángeles a mi alrededor, que me cubriera con su sangre preciosa. Que me
consolara, que me cobijara y que me abrazara. Me metí a la cama y cuando habían
pasado como a quince minutos comencé a sentir un aire frío en la habitación, era un
aire fresco, y sentía el cuerpo muy pesado como cuando tienes puesta mucha ropa
o estas llevando algo muy pesado y mi
corazón comenzó a palpitar muy fuerte, mi
corazón se acelero y entonces de pronto sin darme cuenta comencé a llorar y a llorar y
comencé a sentirme como feliz, tanto que yo quería gritar sentía tanta euforia
dentro de mi, un gozo enorme, una felicidad incomparable, yo lloraba y lloraba
pero de felicidad, no se como expresarlo, pero era una felicidad que nunca
sentí y nunca he vuelto a sentir. Estuve así durante dos o tres horas, hasta
que me quede dormida. Esa noche dormí tan rico tan en paz.
Muchas veces le pedí a Dios que derramara su Espíritu Santo
sobre mi y nunca tuve respuesta o al menos no como yo esperaba o como yo veía a
tanta gente caer rendida al suelo. Sin embargo ahora estoy casi segura que esa
noche el Senor me concedió el deseo de mi corazón. Derramo su hermoso Espíritu
Santo sobre mi.
A veces no entendemos como trabaja Dios. Nos precipitamos o
desesperamos, queremos que las cosas sucedan a nuestro tiempo y nos olvidamos que
como dice (Eclesiastés 3: 1) todo en
esta vida tiene su tiempo y que el tiempo del Señor es perfecto. El nunca se
equivoca así que debemos seguir orando, no desmayar porque cuando menos lo
esperamos el hace maravillas y muestra su grandioso poder en nosotros.